Mientras el país entero sigue el reality que concluirá hoy sobre el futuro político de Pedro Sánchez, la fisonomía de la ciudad vive ajena a la alta política y exhibe las heridas que la mano de la Administración, o la falta de ella, han marcado sobre el asfalto. Hemos debatido hasta la saciedad en torno al malestar que ha ido creciendo en los últimos años por la congestión de tráfico en las calles de Barcelona, culpa de la reordenación de diversas vías reduciendo o eliminando de ellas el paso del automóvil privado. 

El paseante que decide caminar sin rumbo por la capital catalana verá otras peculiaridades en su marcha que quizá le llamen la atención. ¿Se han fijado ustedes en el exceso de señales de tráfico de quita y pon que advierten de la prohibición de estacionamiento en varios tramos de la calzada? La suspensión temporal del permiso de estacionar en las cada vez más escasas áreas azules o verdes debido a mudanzas, filmaciones, acciones sobre los árboles y otras razones se ha convertido en una compañía habitual que afecta a los ya damnificados automovilistas, que están a un paso de imitar a Michael Douglas en Un día de Furia. La prohibición de estacionar en la calle como consecuencia de la filmación de spots publicitarios o de películas, algo interesante para la ciudad pero perjudicial para los vecinos del barrio en cuestión, debería contemplar algún tipo de compensación para los barceloneses. Siempre es atractivo ver en una serie o en un film la ambientación en calles o locales de Barcelona, pero sería interesante que el ciudadano de a pie supiera que esa decisión aprobada por el ayuntamiento le va a beneficiar de alguna manera. 

Otros problemas que detecta el paseante con una simple ojeada sobre las esquinas de la ciudad es la saturación de vehículos. Se arremolinan, perjudicando también el tráfico, camiones, vehículos de reparto de última milla, furgonetas y coches privados con el pertinente permiso de persona con discapacidad a bordo. Tener esa identificación da permiso a ocupar esos espacios, pero alguna solución debería buscar el ayuntamiento porque cada vez hay más beneficiarios por esa condición que, unido al crecimiento exponencial del reparto de la última milla debido al uso y abuso de compras por internet, genera unas esquinas donde reina el desorden y el agobio. 

Más percances. Los que arrojan las limitaciones que afectan a calles en obras por una larga temporada, Via Laietana, o las zonas que tras un calvario de ruido y polvo ven cómo las brigadas vuelven a tomar posiciones para reabrir lo cerrado hace pocos meses. Una especie de ciclo de la vida fatal que sólo invita a la práctica del harakiri. Como pueden comprobar, en la calle pasan tantas cosas que a unos cuantos miles de ciudadanos casi les da igual lo que se decida en La Moncloa o en las urnas de las elecciones catalanas. Su preocupación es lograr que el día a día sea un poco más soportable.